Las recetas para lograr una buena vida y los accesorios necesarios para ese logro tienen "fecha de vencimiento", pero casi todos dejarán de ser utilizables antes de esa fecha, disminuidos, devaluados y despojados de sus atractivos por la competencia de ofertas "nuevas y mejores". En la carrera del consumo (…) destinada a alcanzar la elusiva promesa de una vida libre de problemas- no tiene fin: tiene línea de largada, pero no de llegada. Así, seguir corriendo, la gratificante conciencia de seguir en carrera, se convierte en la verdadera adicción, y no en el premio que espera a aquellos que crucen la línea de llegada (…) El deseo se convierte en su propio objetivo, un objetivo único e incuestionable. El rol de todos los otros propósitos, perseguidos sólo para ser abandonados en la próxima vuelta y olvidados en la siguiente, es mantener al corredor en carrera. (…) En un mundo donde el rango de objetivos es demasiado amplio, siempre más amplio que los medios disponibles, uno tiene que atender con la mayor dedicación al volumen y la efectividad de esos medios. Y seguir en carrera es el medió más importante, el meta-medio, el medio de mantener viva la confianza en otros medios, que siempre tendrán demanda.
El arquetipo de la carrera que corre cada miembro de la sociedad de consumidores (en una sociedad de consumo todo es a elección, salvo la compulsión a elegir, la compulsión que se convierte en adicción y que por lo tanto deja de percibirse como compulsión) es la actividad de compran. Seguiremos en carrera mientras compremos.
(...) Ir de compras no atañe solamente a la comida, los zapatos, los autos o el mobiliario. La ávida e interminable búsqueda de nuevos y mejores ejemplos y de recetas de vida es otra variedad de salida de compras, y por cierto muy importante a la luz de la enseñanza que nos dice que nuestra felicidad depende de la competencia personal, pero que somos (…) personalmente incompetentes, o no tan competentes como podríamos serlo si nos esforzáramos más. Hay demasiadas áreas en las que deberíamos ser más competentes, y cada una de ellas requiere "una salida de compras". Salimos a "comprar" la capacitación necesaria para ganarnos la vida y los medios de convencer a los potenciales empleadores de que poseemos esa capacidad; a "comprar" la clase de imagen que nos convendría usar y el modo de hacer creer a los otros que somos lo que usamos; a "comprar" maneras de conseguir los nuevos amigos que deseamos y de librarnos de los amigos que ya no deseamos, maneras de atraer la atención y maneras de ocultarnos del escrutinio, maneras de extraer mayor satisfacción del amor y de no volvernos "dependientes" del amado o el amante, maneras de ganarnos el amor del amado y de terminar de la forma menos costosa esa unión cuando el amor se esfuma y la relación ya no nos complacerá "comprar" la mejor manera de ahorrar dinero para las malas épocas y de gastarlo antes de ganarlo; a "comprar" los recursos necesarios para hacer más rápido lo que tenemos que hacer y las cosas destinadas a llenar el tiempo que nos ha quedado libre; a "comprar" los alimentos más exquisitos y la dieta más efectiva para librarnos de las consecuencias de haberlos comido, los amplificadores más potentes y de mayor fidelidad y las píldoras más eficaces contra el dolor de cabeza. La lista de compras no tiene fin. Sin embargo, por larga que sea, no incluye la opción de no salir de compras. Y la competencia más necesaria en nuestro mundo de objetivos infinitos es la del comprador diestro e infatigable.
Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida (M. Rosenberg, trad.), pp. 78-79-80.