sábado, 25 de julio de 2020

Zygmunt Bauman y la compulsión convertida en adicción.

Las recetas para lograr una buena vida y los accesorios necesarios para ese logro tienen "fecha de vencimiento", pero casi todos dejarán de ser utilizables antes de esa fecha, disminuidos, devaluados y despojados de sus atractivos por la competencia de ofertas "nuevas y mejores". En la carrera del consumo (…) destinada a alcanzar la elusiva promesa de una vida libre de problemas- no tiene fin: tiene línea de largada, pero no de llegada. Así, seguir corriendo, la gratificante conciencia de seguir en carrera, se convierte en la verdadera adicción, y no en el premio que espera a aquellos que crucen la línea de llegada (…) El deseo se convierte en su propio objetivo, un objetivo único e incuestionable. El rol de todos los otros propósitos, perseguidos sólo para ser abandonados en la próxima vuelta y olvidados en la siguiente, es mantener al corredor en carrera. (…) En un mundo donde el rango de objetivos es demasiado amplio, siempre más amplio que los medios disponibles, uno tiene que atender con la mayor dedicación al volumen y la efectividad de esos medios. Y seguir en carrera es el medió más importante, el meta-medio, el medio de mantener viva la confianza en otros medios, que siempre tendrán demanda.
El arquetipo de la carrera que corre cada miembro de la sociedad de consumidores (en una sociedad de consumo todo es a elección, salvo la compulsión a elegir, la compulsión que se convierte en adicción y que por lo tanto deja de percibirse como compulsión) es la actividad de compran. Seguiremos en carrera mientras compremos.
(...) Ir de compras no atañe solamente a la comida, los zapatos, los autos o el mobiliario. La ávida e interminable búsqueda de nuevos y mejores ejemplos y de recetas de vida es otra variedad de salida de compras, y por cierto muy importante a la luz de la enseñanza que nos dice que nuestra felicidad depende de la competencia personal, pero que somos (…) personalmente incompetentes, o no tan competentes como podríamos serlo si nos esforzáramos más. Hay demasiadas áreas en las que deberíamos ser más competentes, y cada una de ellas requiere "una salida de compras". Salimos a "comprar" la capacitación necesaria para ganarnos la vida y los medios de convencer a los potenciales empleadores de que poseemos esa capacidad; a "comprar" la clase de imagen que nos convendría usar y el modo de hacer creer a los otros que somos lo que usamos; a "comprar" maneras de conseguir los nuevos amigos que deseamos y de librarnos de los amigos que ya no deseamos, maneras de atraer la atención y maneras de ocultarnos del escrutinio, maneras de extraer mayor satisfacción del amor y de no volvernos "dependientes" del amado o el amante, maneras de ganarnos el amor del amado y de terminar de la forma menos costosa esa unión cuando el amor se esfuma y la relación ya no nos complacerá "comprar" la mejor manera de ahorrar dinero para las malas épocas y de gastarlo antes de ganarlo; a "comprar" los recursos necesarios para hacer más rápido lo que tenemos que hacer y las cosas destinadas a llenar el tiempo que nos ha quedado libre; a "comprar" los alimentos más exquisitos y la dieta más efectiva para librarnos de las consecuencias de haberlos comido, los amplificadores más potentes y de mayor fidelidad y las píldoras más eficaces contra el dolor de cabeza. La lista de compras no tiene fin. Sin embargo, por larga que sea, no incluye la opción de no salir de compras. Y la competencia más necesaria en nuestro mundo de objetivos infinitos es la del comprador diestro e infatigable.

Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida (M. Rosenberg, trad.), pp. 78-79-80.





La crítica en la sociedad líquida.



A veces escuchamos la opinión de que la sociedad contemporánea (...) es poco hospitalaria con la crítica (…). El punto es, sin embargo, que la sociedad contemporánea ha dado al “ser hospitalaria con la critica” un sentido totalmente nuevo y ha encontrado el modo de acomodar el pensamiento y la acción críticos permaneciendo a la vez inmune a los efectos de ese acomodamiento, emergiendo así intacta e incólume fortalecida en vez de debilitada—de las pruebas y los exámenes a lo que la somete esa política de puertas abiertas. El tipo de hospitalidad que ofrece a la crítica la forma actual de la sociedad moderna puede compararse con el esquema de un predio para acampar. El lugar está abierto a todos aquellos que tengan su propia casa rodante y suficiente dinero para pagar la estadía. Los huéspedes van y vienen, a nadie le interesa demasiado cómo se administra el lugar en tanto y en cuanto a los clientes se les asigne el suficiente espacio como para estacionar su casa rodante, los enchufes y los grifos estén en buen estado y los propietarios de las casas cercanas no hagan demasiado ruido y mantengan bajo el volumen de sus televisores portátiles y de sus equipos de audio cuando anochece (…). Lo que esperan de los administradores del establecimiento es que tan sólo (y nada menos) los dejen tranquilos y no los molesten. A cambio, se comprometen a no desafiar la autoridad de los administradores y a pagar puntualmente. Y como pagan, también exigen. (...) De tanto en tanto, reclamarán un mejor servicio; si son directos, decididos y no tienen pelos en la lengua, hasta puede que consigan lo que piden. Si se sienten estafados o defraudados, los conductores se quejarán y reclamarán lo que les corresponde pero jamás se les ocurrirá cuestionar o renegociar la filosofía administrativa del lugar, y menos aun hacerse cargo de la responsabilidad de llevarlo adelante ellos mismos. (…) Cuando, siguiendo su propio itinerario, finalmente se van, el lugar queda tal y como estaba antes de su llegada, indemne a su paso y a la espera de otros nuevos por llegar; si las quejas registradas por sucesivas tandas de acampantes se van acumulando, los servicios prestados por el establecimiento podrán ser modificados para impedir que un descontento reiterado se haga oír nuevamente en el futuro.

Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida (M. Rosenberg, trad.), pp.29-30.






La otredad de los otros...

Claude Lévi-Strauss, el más grande antropólogo cultural de nuestro tiempo, señaló en Tristes trapiques que a lo largo de la historia humana se emplearon dos estrategias para enfrentar la otredad de los otros: la antropoémica y la antropofágica.
La primera estrategia consistía en "vomitar", expulsando a los otros considerados irremediablemente extraños y ajenos: prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad o connubium. Hoy, las variantes extremas de la estrategia "émica" son, como siempre, el encarcelamiento, la deportación y el asesinato. Las formas superiores y "refinadas" (modernizadas) de la estrategia "émica" son la separación espacial, los guetos urbanos, el acceso selectivo a espacios y la prohibición selectiva de ocuparlos.
La segunda estrategia consiste en la denominada "desalienación" de sustancias extrañas: "ingerir", "devorar" cuerpos y espíritus extraños para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus "idénticos", ya no diferenciables, al cuerpo que los ingirió. Esta estrategia revistió también un amplio espectro de formas: desde el canibalismo hasta la asimilación forzosa -cruzadas culturales, guerras de exterminio declaradas contra las costumbres, calendarios, dialectos y otros "prejuicios" y "supersticiones" locales-. La primera estrategia tendía al exilio o la aniquilación de los otros; la segunda, a la suspensión o la aniquilación de su otredad.

Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida (M. Rosenberg, trad.), p.109.



Zygmunt Bauman y los espacios vacíos


Las diferencias pueden ser vomitadas, devoradas, alejadas, y hay lugares que se especializan en cada una de esas alternativas. Pero las diferencias también pueden ser "invisibilizadas", borradas a la vista. Ése es el logro de los "espacios vacíos". Tal como proponen Jerzy Kociatkiewicz y Monika Kostera, quienes acuñaron el término (…).

Durante uno de mis viajes como docente (a una ciudad populosa, extendida y vital del sur de Europa), me recibió en el aeropuerto una docente joven, hija de una pareja local de profesionales educados y ricos. Se disculpó advirtiéndome que el trayecto hasta el hotel no sería fácil y llevaría mucho tiempo, ya que no había manera de evitar las atestadas avenidas que atravesaban el centro de la ciudad y donde el tráfico estaba constantemente embotellado debido a su densidad. Mi guía se ofreció a llevarme en auto nuevamente al aeropuerto el día de mi partida. Como yo sabía que conducir en esa ciudad era una tarea agotadora, le agradecí su amabilidad y le dije que tomaría un taxi. Y lo hice. En esta segunda oportunidad, el trayecto hasta el aeropuerto demoró menos de diez minutos. Pero el taxista fue serpenteando por calles bordeadas de viviendas pobres, precarias, olvidadas (…) La afirmación hecha por mi guía, que me había asegurado que no había manera de evitar el tráfico del centro, no fue falsa. Fue sincera y fiel a su mapa mental de la ciudad en la que había nacido y en la que vivía desde entonces. Ese mapa no tenía registro de las calles de los "barrios bajos" por los que me llevó el taxista. En el mapa mental de mi guía sólo había, pura y simplemente, un espacio vacío.

Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida (M. Rosenberg, trad.), p.112.


Zygmunt Bauman sobre la «mixofobia»

La «mixofobia» es una reacción —muy difundida y altamente predecible— a la escalofriante, inconcebible y perturbadora variedad de tipos y es...